Mi vida se funde con tu alegría, se derrama contigo en el suelo de tu cuarto y se olvida.
Mientras, mi conciencia, a la que no escucho, se enfada porque dejé de lado mis obligaciones de adulta. “Tendrías que escribir la novela”, me regaña mientras la ignoro.
“Ya lo haré y arreglaré esos papeles, iré al banco y ordenaré el armario”.
Ahora juego a la rayuela, a armar piezas y a bañar a las muñecas.
Nunca imaginé que volvería a montar en caballos alados recorriendo las formas de las nubes, nunca.
Y mientras, voy adelgazando, porque mis días se han llenado de acción, no encuentro momentos y me faltan horas.
Tu llegaste como un regalo envuelto en papel de celofán, pero me robaste el alma y voy reviviendo contigo la infancia.
No me importa ponerte el termómetro de madrugada, ni peinar tus tirabuzones luchando contra tu fuerza; no me importa hacer volar tu comida en aviones de cuchara mientras la mía se enfría en el olvido.
No me importa compartir el bocadillo, ni luchar por encontrar fuerzas para acudir al parque, porque verte reír, verte trepar, me alimenta.
Y alumbran nuestros días los rayos que se filtran entre las hojas. Y buscamos pajaritos que cantan. “¡Allí está, abuela!”, me dices levantando tu mano regordeta, mientras ríes nerviosa y yo renazco, sin pensar quién era.
La noche llega pronto y me duermo con un cuento que acuna tu sueño.
Y mi otra vida se marcha, montada en el olvido, se aleja.
Chelo Lendinez, 24/10/2024
Ejercicio de clase. Prosa Poética. Aviones de cuchara.
