Julia
El tiempo se va vaciando como un pantano a través de un grifo que gotea.
Plof, plof, plof.
Me hubiera gustado disfrutar del estío, de las lecturas tranquilas en la playa con el sol de la mañana y de las charlas al atardecer en el paseo que bordea sus orillas.
Sentarme, como hacíamos antes, a ver cómo sale la luna del mar mientras el sol se oculta a mi espalda.
Pero antes no estaba la niña, ese veloz movimiento que descompone la escena.
Me gustaría bajar a la piscina y dejarme llevar por el agua mientras miro, en las copas de los árboles, cómo las hojas cambian de color cuando la brisa las mece.
Pero la niña me llama, me dice que la coja cuando ella se lanza y ríe con carcajada limpia, mientras chapotea y repite: “otra vez” dirigiéndose a la escalera.
Me hubiera gustado, sentarme a charlar hasta entrada la noche, esas conversaciones ricas y frescas que hacen que cada vez necesitemos más a los nuestros. Pero caigo dormida, entre nanas, mientras, la niña me llama con su manita regordeta, en mi mejilla, Pipón, Pipón y sigue cantando la canción, con su media lengua, llamándome para que yo continúe.
El otoño está cerca, está aquí, el calor de la sobremesa ya no es igual. El tiempo sigue goteando plof, plof, plof y yo no he hecho nada de lo que quería.
Me hubiera gustado que este fuera como otros veranos, pero entonces, no estaría ella.
Ni sus risas, ni sus conclusiones sorprendentes. Ni nadie me trataría de asustar debajo de una toalla diciendo “Soy un fantasma” y yo no fingiría miedo, no saltaría encogiéndome, haciendo que la niña rompa en carcajadas.
Mi tiempo ha abandonado la paz de la senectud para reencontrarse con la infancia y jugar a tenderos detrás de la maleta, que finge ser un mostrador, mientras se queda sin vacaciones.
El otoño se acerca. Empezará el colegio, los llantos por la mañana y las carreras para abrazarnos a la hora de la salida.
plof, plof, plof. Ya no volverá el antes. Ahora la vida se ha llenado de ternura, llantos y risas se llama Julia.
Málaga. Septiembre de 2024
Chelo.
